Una impresionante arquitectura de caliza negra de prismáticos volúmenes aéreos queda amansada y contenida en un fabuloso jardín de corte escultórico, entendido como un juego de luces, de sombras, de sendas románticas y abrigadas estancias.
La vivienda se convierte en un buque que navega sobre láminas de agua y yerba lineal, cuyas franjas lamen los pavimentos y fluyen entre el pétreo y elegante material de revestimiento negro.
Hemos querido cortejar al jardín con el mismo vestido de noche que los paramentos de fachada, por lo que también se ha empleado para los pavimentos, y se han incorporado grandes gaviones de pizarra negra y coberteras minerales de esquirla de similar color. Asimismo, el jardín se despliega ortogonal al ritmo de la geometría arquitectónica, y en dicho plano bidimensional, puntos energéticos estratégicos a través de agua y rocas, permiten la fluctuación energética, como si agujas de acupuntura se trataran, que unido al empleo de elementos escultóricos, elevan al conjunto a la categoría de arte, e invitan a la contemplación, al descanso y a la armonía, desde este templo-jardín creado desde el vacío de la mente en calma.
El nombre del proyecto alude al poder que tiene este jardín de trascender el hecho físico de la existencia de 4 estaciones, las que habitualmente modifican con su sucesión a lo largo del año el cromatismo y otros aspectos del desarrollo de la vegetación observables a simple vista. Pero todo jardín tiene una quinta dimensión, que podríamos equiparar a una quinta estación y que representaría su contenido energético.